AUCTORITAS
Por Luis Beltrán Prieto Figueroa
Publicado en El Nacional- Caracas: martes 8 de septiembre de 1970
"el verdadero sentido de la autoridad moral o auctoritas frente a la autoridad adscritiva de los que ostentan un cargo y muchas veces valen solo por el cargo que no irradia a su alrededor ninguna noción de respeto y consideración en razón de la persona que lo ejerce".
El distinguido jurista Manuel García Pelayo acaba de publicar en los cuadernos del Instituto de Estudios Políticos un meduloso ensayo, que es el numero 19, bajo el titulo Auctoritas que encabeza este comentario. Expresamente hace constar el autor que el tema no lo trata como jurista sino como politólogo. En efecto, la aclaratoria no era necesaria porque de la lectura del ensayo se desprende el hondo contenido de filosofía político y social de este trabajo.
Comienza el autor haciendo la diferencia entre lo que denomina Auctorictas y la autoridad propiamente dicha. Esta última puede existir y muchas veces existe sin que sobre ella irradie la Auctoritas su hálito creador, que es el conjunto de influencias que rodean a una persona o institución y que lleva a seguirlas voluntariamente.
Para García Pelayo la Auctoritas es, junto con el poder y la influencia, uno de los medios para operar sobre la conducta de los demás. Pero el poder determina la conducta sustituyendo la voluntad ajena por la propia voluntad mediante la aplicación potencial o actual de cualquier medio coactivo o de un medio o recurso síquico inhibitorio de la resistencia. El poder, dice García Pelayo, domina contradiciendo en última instancia la libertad del objeto; la autoridad, en cambio, para ser efectiva, ha de tener como propuesta la libertad de la persona, la cual se auto impone como obligación ética o como exigencia de la honorabilidad seguir el camino marcado por el sujeto de la autoridad. El poder somete, la autoridad provoca adhesión; el poder se realiza imperativamente, la autoridad ha de ser reconocida por sus servidores; el poder es coactivo, la auctoritas se basa en las cualidades valiosas de orden espiritual, intelectual o moral e implica cualidades axiológicas porque reconoce valores en los portadores de la auctoritas que son en definitiva los que provocan adhesión.
La auctoritas se basa en el crédito que nos merece una persona o una institución debido a los éxitos alcanzados por su actuación y tiene como sustentación la confianza; el poder genera mas bien desconfianza porque apareja fiscalización, control para movilizar la disposición ajena. El poder puede ejercerlo cualquiera. La auctoritas en cambio solo la portan los que la merecen por sus capacidades y cualidades espirituales o morales.
La auctoritas conduce al liderazgo porque implica reconocimiento de cualidades excepcionales en el caso del liderazgo individual, o adhesión respetuosa en el caso de liderazgo colectivo, cuyas decisiones se imponen por la honorabilidad que representan, tal el caso de un Tribunal de las Naciones Unidas o de un grupo de hombres que forman una corporación de intelectuales o de científicos.
El análisis del liderazgo va estrechamente ligado a la determinación de las cualidades del líder cuya auctoritas o prestigio se afirma en razón del reconocimiento que le brindan sus seguidores y que puede perderse también cuando deja de corresponder a las esperanzas, deseos o motivaciones de orden moral de la colectividad que forma el sequito.
La auctoritas como el liderazgo contiene un principio de jerarquización que garantiza un orden determinado y establece un orden de valores en el cual están incluidos los miembros de la jerarquía.
La auctoritas se transforma en poder cuando la persona que la posee es investida con los atributos del poder y no solo puede servirle de fundamento sino que acrece los poderes de quienes lo ejercen. Pero otras veces autoridad y poder entran en conflicto y en este caso la autoridad sustrae al poder la base que le brinda con lo cual disminuye su eficacia. Esto acontece cuando el abuso del poder disminuye la influencia de la persona que lo ejerce.
García Pelayo hace la diferencia entre la autoridad que se basa en el reconocimiento espontaneo que domina autoridad fluyente o propiamente auctoritas y autoridad hipostatizada o adscrita que es la que va adherida al cargo o función que se desempeña. Es lo que generalmente se llama la investidura que confiere un cargo y que es como el vestido que distingue el ejercicio de una función. Si bien el habito no hace al monje es el habito el que distingue a los monjes de los que no lo son. Casos hay que los atributos externos del cargo, toga, bastón de mando, corona, uniforme sustituyen los valores de este. Hay un caso de hipostatizacion en el portero de la escuela de la comedia de Alejandro Casona “Nuestra Natacha”, cuya autoridad menos que el cargo, le venía del uniforme que usaba. Una vez desprovisto del uniforme perdía toda configuración de autoridad y para recobrarla era necesario calarse su uniforme pues asi como antes cobrara nuevas fuerzas al tocar su madre la tierra, este portero solo se sentía bien dentro del uniforme.
Dice García Pelayo, para marcar la diferencia entre auctoritas y autoridad adscrita que “mientras la adhesión a La auctoritas es sentida como un impulso espontaneo e intimo, en cambio la sumisión a la autoridad hipostática puede ir y frecuentemente va acompañada de una sensación de extrañamiento. La auctoritas irradia algo de su grandeza a sus seguidores: la autoridad hipostática frecuentemente tiene como consecuencia una disminución de la personalidad de los sometidos a ella. La auctoritas se construye espontáneamente y está, por así decirlo, sujeta al libre juego; la autoridad hipostática sea con un objeto o con un sujeto, se solidifica a su portador y muda en apropiación lo que era simple posesión de un valor: La auctoritas es distinta del poder aunque puede y en muchos casos debe ir unida al poder: la autoridad hipostática va siempre asociada cuando no identificada al poder; asi pues la autoridad hipostática puede llegar a ser la inversión radical del concepto de auctoritas”.
El ensayo del Dr. García Pelayo que hemos leído con el cuidado y atención que merece el autor, es un aporte interesante para la literatura política venezolana, tan vacía a veces de contenido y orientación y sirve para señalar el verdadero sentido de la autoridad moral o auctoritas frente a la autoridad adscritiva de los que ostentan un cargo y muchas veces valen solo por el cargo que no irradia a su alrededor ninguna noción de respeto y consideración en razón de la persona que lo ejerce.
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